domingo, 21 de junio de 2009

Los burros y los alemanes

Con los primeros rayos de sol de junio ya nos podemos hacer una idea de lo que este verano nos tendrá preparado en la Costa del Sol...
“¡Estás morena!”, exclamó MªVi el miércoles muy sorprendida. “¿Has estado en la playa?”
Siempre le sermoneo que no es bueno exponer la piel tantas horas al sol y que me aburro si tengo que pasar un día entero en la playa. “El que esté muy moreno hoy se convertirá en una ciruela pasa el día de mañana” suelo decir “y la piel recuerda absolutamente todo – no olvida ni la más pequeña quemadura. El sol es peligroso.”
“¡Qué va!”, le contesté. “Mi bronceado albañil vendrá de las paradas de autobús, o sea, del tiempo de espera.” Se rió. Es cierto, si quieres coger el autobús es recomendable echarte protección solar. Al igual que la piel, yo también recuerdo una u otra cosa, por ejemplo lo que me dijeron en una agencia de viajes en los años 90 cuando reservé un vuelo a Barcelona:
“Ten en cuenta lo que piensan los españoles sobre los turistas alemanes en las zonas playeras. Dicen: “Sólo los burros y los alemanes toman el sol voluntariamente.” Así que si no quieres ser detectada como alemana, busca la sombra.”
¡Vaya cambio más curioso podemos observar ahora! Por lo que veo los burros no están en peligro de extinción...
Aparte de envolvernos en su pesado abrigo de calor, el verano nos refresca con la posibilidad de meternos en el agua y nadar bajo las estrellas. Anoche observé los espacios entre los dedos del pie para ser la primera en descubrir un tipo de membrana típica de los patos. Sorprendentemente aún no ha crecido nada aunque llevo casi todo el mes nadando.
El agua parece ser un líquido mágico con poderes curativos. Después de un largo día te sumerges en ese misterioso cóctel de energía, libertad y paz, ordenas tus pensamientos y acontecimientos y emerges viéndolo todo (tal vez gracias a las gafas de bucear) de otra manera. JuanLu tiene pensado usar la piscina hasta finales de octubre lo cual me parece muy valiente. El año pasado me despedí de las ya bastante bajas temperaturas del agua en septiembre. Pero pensándolo bien no es mala idea robustecer el cuerpo un poco. Tal vez deberíamos prolongar el verano hasta noviembre, suprimir el otoño y aterrizar directamente en invierno. Con un poco de suerte estaremos tan robustos para entonces que podamos pasar las Navidades en Alemania sin calefacción gracias al pesado abrigo de calor andaluz.

1 comentario:

  1. Ah, Ulri, qué ganas de estar en tu piscina, desde donde se mira la luna llena, tal como se veía desde el Rosario, suspendida exactamente sobre Calahonda...

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