Menos mal que a nadie se le ocurrió regalarme sábanas. Bueno, pensándolo bien, seguramente habría intentado vender las famosas rígidas telas blancas en algún mercadillo, así que...
Aunque en los tiempos pasados el ajuar no fue considerado como cebo para pescar un marido para las muchachas (este papel jugaron más bien los terrenos y la dote) sospecho que JuanLu está detrás de mis bonitos platos de calidad de estilo orquídea “made in Germany”, jeje.
Por lo menos ésa es mi interpretación de su expresión satisfecha al ver el coche cargado hasta las manillas con mis pertenencias, cuando aquél otoño iniciamos el largo viaje de vuelta a Andalucía. O tal vez le brillaron los ojos porque se alegraba por mí, a fin de cuentas no sólo llevamos en el coche mi ajuar sino también un montón de cosas que había echado de menos y que no podía transportar en un avión, como por ejemplo la silla que hice en clase de arte.
O ¿acaso veía confirmado lo que le llevaba diciendo desde hacía más de cinco años, es decir, que me gustaba Alemania para viajar pero que no me apetecía volver a vivir allí? Sea como sea, lo de no comprar un billete de avión y hacer el camino en coche no estuvo nada mal. Es más, fue realmente bonito. No puedo negar lo genial que es sentarse en uno de esos pájaros en Málaga, desaparecer entre las nubes españolas, francesas, suizas y alemanas para aterrizar en Stuttgart o Múnich, dándose cuenta que ni siquiera han pasado tres horas, sin embargo, de alguna manera no es ni normal ni real.
Málaga desde el aire
y Stuttgart
Un antiguo proverbio indio dice que el alma necesita 3 días para llegar al punto de destino, y nos tomamos 3 días para vivir el camino entre mi pasado alemán y mi presente español.
Barcelona
Era realmente especial observar el cambio de vegetación, cómo las palmeras se quitaban para permitir el paso a los árboles de hoja caduca; hojas pintadas por un pincel invisible, sumergiéndose en la caja de colores puesta a su disposición por la naturaleza mezclando los tonos de color caprichosamente para sorprender al ojo. Y nada más haber entrado en territorio alemán, los vasos de cerveza de 0,3l cedieron el paso a los vasos “normales”, o sea, los de 0,5l o los de litro.
Paramos en muchos sitios entre los cuales os recomiendo la visita de la ciudad francesa Avignon y la del monasterio de piedra cerca de Zaragoza con sus cascadas y cuevas, un paseo precioso para estirar las piernas y oxigenar los pulmones.
Avignon
Cascadas del monasterio de piedra (Zaragoza)
En realidad debería darle las gracias al ajuar, ya que sin él tal vez no habríamos cogido el coche...
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